En 2017, según datos de Europa Press, el 41% de la población española entre 25 y 34 años posee títulos de educación superior, un hecho que en las últimas décadas se ha ido manteniendo como registro habitual.
Sin embargo, algo sí ha cambiado en la toma de decisiones a la hora de escoger una carrera: donde antes las humanidades ocupaban los primeros puestos, la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, o lo que es lo mismo, las disciplinas STEM, despuntan ahora entre los futuros estudiantes. Si hacemos una comparativa con el resto de países que conforman la OCDE, en España el 26% de los graduados de educación terciaria obtuvieron una titulación relacionada con alguna de estas cuatro materias, un porcentaje superior al resto de países.
¿Pero hay vida más allá de la Universidad? En ocasiones, estas instituciones se convierten en meros edificios en los que evaluar a alumnos y oficializar certificados, por lo que hay que buscar más allá para encontrar una metodología que implique tomar al estudiante como protagonista de su propio aprendizaje.
En las disciplinas STEM sin duda lo que debe primar es la practicidad del conocimiento y la orientación hacia un futuro emprendedor. El reto es que la institución se adapte al mercado y por ende al alumno, en ningún caso que el alumno adapte sus aptitudes a las limitaciones de los centros educativos tradicionales.
Por eso desde Immune Coding Institute trabajamos en base a la orientación al empleo y al fomento del pensamiento emprendedor, reconociendo el mérito del alumno de manera que las debilidades pasen a convertirse en fortalezas y, por supuesto, haciendo del aprendizaje algo práctico para que el estudiante sea capaz de adaptarse de forma técnica, no solo teórica.