Los avances tecnológicos han traído consigo un considerable aumento de los casos de delito en informática. Fraudes que plantean desafíos únicos para la aplicación de la ley, que constantemente se ve obligada a adaptarse a nuevas formas de ciberdelincuencia. En gran medida debido a la complejidad de los métodos empleados por los infractores.
Esto no hace sino demostrar la importancia de entender y abordar de manera proactiva los delitos cibernéticos, tanto a nivel individual como institucional, de manera que podamos proteger la integridad de nuestros sistemas.
Pero, ¿tienes claro qué es un delito informático? A continuación te explicamos las características de este tipo de fraudes, cómo lo aborda el código penal español y te damos algunos ejemplos.
Un delito informático es cualquier actividad ilegal que involucre el uso de sistemas informáticos o redes, pudiendo abarcar desde intrusiones maliciosas hasta el robo de datos, la manipulación de información online, el acoso cibernético, la difamación online o la violación de la privacidad.
El fraude en informática supone una importante amenaza para la seguridad cibernética, la integridad de los datos y la confianza en los sistemas digitales. Por eso, tanto los gobiernos de todo el mundo como los profesionales de la ciberseguridad trabajan sin descanso para mejorar las defensas y protegerse contra este tipo de riesgos.
En los últimos años, los delitos digitales no sólo no han aumentado, sino que se han ido haciendo cada vez más sofisticados, obligando a las autoridades a mantenerse al día sobre este tipo de amenazas.
En este contexto, la legislación española marca las pautas legales para identificar y castigar los fraudes informáticos, habiendo evolucionado en los últimos años para adaptarse a la rápida transformación del panorama digital.
El delito informático es tipificado en el Código Penal de la Ciberseguridad como aquella acción que atente contra la confidencialidad, integridad y disponibilidad de sistemas, datos o programas informáticos. Una definición que abarca un amplio espectro de actividades, desde intrusiones no autorizadas hasta la manipulación maliciosa de información digital. Pero además, la interferencia no autorizada en el funcionamiento de sistemas informáticos también es un acto castigado por la ley.
Actualmente, el Código Penal aborda los delitos informáticos bajo el paraguas de varias disposiciones, principalmente el delito de daños informáticos y el delito de estafa informática.
La variedad y sofisticación de los delitos tecnológicos desafían constantemente la seguridad en Internet. Por eso, es fundamental entender cuáles son las diferentes amenazas que acechan en el ciberespacio para poder fortalecer nuestras defensas.
Se trata de un fraude en informática que puede abarcar desde la suplantación de identidad online hasta esquemas de phishing destinados a engañar a los usuarios para revelar información confidencial. Normalmente, los ciberdelincuentes se disfrazan de entidades confiables para obtener información personal, como nombres de usuario y contraseñas.
Un ejemplo clásico es el envío de correos electrónicos falsos que aparentan ser de servicios reconocidos, como el banco o la compañía de la luz, en los que se solicita información confidencial. Tan sofisticados que incluso llegan a ser difíciles de detectar para usuarios experimentados.
El acceso ilegal a sistemas informáticos, comúnmente conocido como hacking, es un delito cibernético que puede tener consecuencias muy graves. Los hackers utilizan sus habilidades para infiltrarse en sistemas, acceder a datos confidenciales y, en algunos casos, interrumpir el funcionamiento normal de las plataformas digitales.
Un ejemplo habitual es el ataque a bases de datos gubernamentales, donde los hackers pueden obtener información sensible y llegar incluso a comprometer la seguridad nacional.
El robo de propiedad intelectual es otro tipo de delito informático que ha ido ganando relevancia en los últimos años. Los ciberdelincuentes pueden copiar, distribuir o robar elementos relacionados con la propiedad intelectual, como software, diseños o datos exclusivos, generando pérdidas significativas tanto a particulares como a empresas.
Los ejemplos más habituales incluyen la piratería de software y la distribución no autorizada de contenidos protegidos por derechos de autor, afectando principalmente a la industria del entretenimiento y de la tecnología.
Estos delitos cibernéticos tienen por objetivo incapacitar servicios online inundándolos con tráfico falso. Debido a ello, grandes plataformas y páginas web pueden ser inutilizados temporalmente, como ha ocurrido en algunas ocasiones en ataques a servicios financieros y gubernamentales.
Los delincuentes amenazan con revelar información comprometedora, como imágenes íntimas, a menos que se pague un rescate. Este tipo de delito afecta la privacidad y la seguridad emocional de las víctimas.
Como ya hemos indicado, el Código Penal español proporciona un marco legal sólido para abordar los delitos informáticos, reconociendo la importancia de proteger la integridad y seguridad de los sistemas digitales.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que los constantes cambios que se producen en el sector de la tecnología obligan a una constante labor de adaptación de las leyes para hacer frente a las amenazas emergentes.
En este contexto, la colaboración entre los distintos sectores resulta fundamental para minimizar los riesgos. Por eso, no es extraño que, en los últimos años, la demanda de profesionales expertos en ciberseguridad haya experimentado un importante crecimiento, y dentro de este marco IMMUNE se posiciona como un actor clave en la formación de expertos en este terreno.
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